domingo, 27 de septiembre de 2009

A mi ángel esmeralda

Duerme en mi lecho un ángel,
Que busca los latidos
Que desprende su pecho,
Que aguarda mi silencio.
Vela por mí un ángel
De eterna sonrisa,
De figura exultante
Que me arrebata la vida.
Este ángel, del que te hablo,
Amiga, lo conocerás:
Dos esmeraldas lo iluminan,
La tierra corre por sus venas,
El Sol le hace refulgir
Entre tantas sombras difusas.
Sus manos acarician al tocar
Y sus fuertes brazos te rodean
Ante la lágrima fatal.
Por corazón oro creo que ha de poseer
Y los poros de su piel
El veneno del que yo he de beber.
Amiga, él cree que no le amo,
Que los versos que escribo ya no son para él…
Pero ¡qué poco sabe de nuestro secreto!
No sabe que por las noches velo su sueño,
Que muero por cada aliento, por sus besos,
Que me desvivo en su silencio
Y que rauda vuelo en su necesidad
Si sus ojos atisban una lágrima maldita.
Me contempla con desdén:
No sabe que te cuento todo el amor que siento,
No sabe que al mirar por la ventana contemplo
El silencio partícipe de nuestros secretos.
Pero permíteme, amiga,
Que sepa que vive en mi recuerdo,
Que mi corazón lo tiene preso
A pesar de mis anteriores versos.
Quiero decirte, Mi Ángel,
Que te escribo desde la distancia
Que nuestras prendas interponen,
Que te escribo con el alma desnuda
Para que en ella escribas tu promesa,
Mi condena, mi tortura…
Quiero decirte, mi vida,
Que no sé dar término a esta poesía,
Pues es tan grande el amor que siento
Que podría seguir escribiendo mil vidas.
Y perdona si no encuentro un bello final
A este poema que te dedico,
A este amor que te prodigo,
En mi alma tan sentido…